El biodiésel es un biocombustible sintético líquido producido a partir de materia orgánica (fundamentalmente aceites vegetales o grasas animales). Sus propiedades son similares al diésel de origen fósil.
Se obtiene mediante un proceso químico en el que el aceite reacciona con un alcohol en presencia de un catalizador. Se fabrica industrialmente por procesos transesterificación. Consiste en combinar el aceite con un alcohol ligero (como el metanol), dejando como residuo de valor añadido la glicerina. Esto ocurre de forma consecutiva, el triglicérido se convierte en diglicérido, monoglicérido y glicerina, liberando éster metílico en cada reacción.
La glicerina obtenida como sub-producto tiene un valor económico positivo y su comercialización forma parte de la rentabilidad del biodiésel.
El biodiésel se puede elaborar a partir de aceites vegetales, extraído de plantas oleaginosas como la colza, el girasol, la palma, la soja y de plantas marinas como las algas. También es posible fabricar biodiésel a partir de grasas animales (porcinas, bovinas o de las aves) de las que se extraen los lípidos. La opción más asequible de extraer biodiésel es a través de los aceites de cocina usados, fomentando además la economía circular y el reciclaje.
En función de la cantidad de biodiésel incluida en la composición de un combustible se utiliza una nomenclatura compuesta por la letra B y un número que indica la proporción de biodiésel en la mezcla con el diésel derivado del petróleo. Podemos encontrar desde BW (2% de biodiésel) hasta B100 (forma pura).
Su uso principal es como combustible de automoción en sustitución del gasóleo de origen mineral, sin requerir ningún tipo de modificación en los motores existentes, pudiendo alimentarse alternativamente con gasoil, biodiésel o mezclados entre sí, en cualquier proporción. El biodiésel aumenta la vida de los motores debido a que posee un poder lubricante mayor. También es posible su empleo en calderas específicas para biodiésel.
Como principales ventajas presenta una menor contaminación ambiental y no contiene azufre. Además, la sustitución de los combustibles fósiles es sencilla, sin costes adicionales, debido a que no requieren cambios en la tecnología actual.
No obstante, el uso de biocombustibles presenta problemáticas debido a que para su producción a partir de aceites vegetales se tiene que comprometer de forma considerable la superficie agrícola de alimentos, llevando a la deforestación, como ha ocurrido en, por ejemplo, Malasia. Además, presenta problemas funcionales debido a que solidifica a bajas temperaturas y tiene menor capacidad energética que el diésel derivado del petróleo. No obstante, la innovación juega un papel importante en este sentido para convertir esas “desventajas” en ventajas.